lunes, 10 de mayo de 2010

Pensamientos sobre la muerte

Hace unas semanas estaba teniendo una conversación con una persona y de algún modo surgió el tema de la muerte. Ella me dijo que, dado que no compartía la creencia de que uno existiese tras ésta, la muerte era algo que la asustaba muchísimo. Y a quién no le asustaría. Cuando uno vive, piensa en la gran cantidad de cosas que le gustaría hacer, todos los lugares que querría visitar, todo lo que se podría aprender a lo largo de los años… Uno desea tener el mayor tiempo posible para realizar todo esto. Por tanto, la perspectiva de que un día se podría dejar de existir, de que todas esas acciones potenciales se desvanecerán de repente en la nada, sin posibilidad de rectificar para tener otra oportunidad de llevarlas a cabo, es algo que, como poco, puede resultar inquietante. Al principio le di la razón, mientras pensaba en que esto me recordaba a la canción Thoughts of a Dying Atheist, de Muse:



Sin embargo, desde la primera vez que escuché esa canción, me ha parecido que algo en ella me chirriaba. ¿Era posible que negando la vida después de la muerte, algo para lo que no existe prueba empírica alguna, fuera miedo la única reacción que quedase ante estos pensamientos? Ciertamente no es eso lo que provoca en mí, y me sentí algo incómodo escuchando esa letra, que parecía insinuar que la forma de pasar ese trago con serenidad es no ser ateo, o algo parecido.

De modo que, siguiendo con la conversación, decidí recuperar una frase que se me ocurrió cuando era niño y lleva siendo mi aproximación al problema desde entonces: "una vez estás muerto, es imposible que te pueda importar este hecho". Y es que aquí está parte de la clave. Tú no vas a estar ahí para lamentarte por no poder seguir disfrutando de tu existencia. Si no crees en la vida después de la muerte, es coherente razonar que no vas a permanecer como espectador, recordando todas aquellas cosas que ya nunca en toda la eternidad podrás volver a hacer. La única fuente de preocupación sería el pensar en las cosas que no se están haciendo cuando aún se está vivo, el único sufrimiento posible relacionado con el momento tras tu muerte sería el que conlleva asustarse de ella cuando tu existencia aún no ha terminado. Por tanto mi recomendación sería ir aprovechando el tiempo que uno tiene haciendo esas cosas que siempre le gustaría hacer (o al menos las que los recursos permitan), y no dejarlo todo para más tarde. Poniéndose en el caso de que la muerte sea súbita, no se tiene siquiera la posibilidad de preocuparse por el asunto.

El tema estaría en el caso de una muerte lenta, siendo consciente de que llega el fin, teniendo tiempo para pensar sobre ello. Cuanto más larga sea la agonía, cuanto más tiempo te tenga postrado lo que sea que provoque tu muerte, que podría ser únicamente la propia vejez, más inquietud supondría el hecho de no poder disfrutar de aquellas cosas que planeaste. Supongo que en este escenario tendría más sentido la canción de Muse, pero en realidad puede que no sea la muerte en sí lo que cause el miedo, sino la propia incapacidad. Como ya le comenté a esta persona hace un tiempo, quedar incapacitado (especialmente si es de alguna facultad mental) es algo que a mí personalmente me produce más miedo que el simple hecho de morir. La imposibilidad de realizar tareas siendo plena o parcialmente consciente de ello, el ver cómo se van perdiendo facultades y que por mucho que lo intentes ya no eres capaz de realizar ciertas actividades, perder la vista, sufrir alguna lesión cerebral, la enfermedad de Alzheimer, están entre las cosas que yo podría contestar si me pidiesen que dijera algo capaz de provocarme miedo. Pero no morir. Es el sufrimiento en vida lo que uno puede padecer, pero no hay nada que uno pueda experimentar tras la propia muerte.

Y sin embargo el envejecimiento hasta la muerte es algo que aún mucha gente va a tener que sufrir, de modo que todo esto no parece un gran consuelo. No obstante, en ese sentido hay esperanza: puede que no sea por mucho tiempo. Hay mucha gente trabajando en ello.